La revolución digital ha generado una serie de impactos en el mercado laboral, lo que sin duda continuará dándose en el futuro. Así, el auge tecnológico ha recibido gran atención pública; y es que no solo se habla de que va a modificar los procesos de negocio de las organizaciones y el comportamiento de la sociedad en general, sino también de que impulsa el temor a la pérdida de empleos; miedo que, según el Flexibility@Work 2019, informe internacional de Randstad, es comprensible, pero carece de fundamento.
Al parecer, los profesionales en Chile comparten esta perspectiva, debido a que de acuerdo a la última edición del Workmonitor, estudio trimestral de la compañía multinacional; 89% asegura que se siente preparado para lidiar con la digitalización en su trabajo, ocupando la tercera posición en este aspecto a nivel global y posicionándose por sobre el promedio global, que alcanza 78%; esto considerando que 99,7% de la muestra corresponde a personas con un nivel educacional intermedio y alto . Con respecto a los países que llevan la delantera en esta materia, se encuentra Brasil y China, con 94%; Turquía, India y Portugal con 90%; y luego México y Chile, con 89%.
Al respecto, Natalia Zúñiga, directora de marketing & comunicaciones de Randstad, señala que no obstante la confianza de los trabajadores del país respecto a su capacidad para enfrentar esta nueva realidad, hay que tener presente que los empleos del futuro no serán los mismos y que requerirán habilidades diferentes. En este sentido, “si bien la demanda de skills STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) ha tenido un incremento importante durante los últimos años, también existe evidencia de que las solicitudes de perfiles con competencias blandas ha ido en aumento, ya que son las que impiden que las personas sean reemplazadas por robots.
Así, ha ido creciendo la conciencia de que el análisis de datos, la toma de decisiones, la solución de problemas, el pensamiento creativo y la comunicación efectiva, deben ser cada vez más habituales en el currículum de los candidatos, disminuyendo su temor e incertidumbre. Al mismo tiempo, y de manera crucial, es ineludible preparar el sistema educativo para las ocupaciones del siglo XXI; aparte de crear asociaciones público-privadas, con el objetivo de conectar el mundo del trabajo con el de la academia, permitiendo tener un nexo entre los requerimientos de las empresas y la oferta de profesionales del mercado. En este sentido, inevitablemente, el cambio necesita una agenda de transición y un enfoque integral que incluya a todas las partes interesadas”.
Ahora bien, a pesar de que hay que ver este boom más como una transformación que como una amenaza, igualmente es clave tener en cuenta el tema de la capacitación. De hecho, de acuerdo a un estudio de la OCDE, Chile es uno de los países con más empleos en riesgo por la automatización y 42% de los chilenos en edad de trabajar carece de la preparación básica para la economía digital.
Además, la ejecutiva de la multinacional comenta que, según el Workmonitor, 86% de los trabajadores del país piensa que su empleador debería invertir en el desarrollo de sus habilidades digitales, lo que refleja preocupación por mantenerse actualizado, ya que sin duda quedarse atrás en este sentido no es una alternativa, independientemente del área en la que se desempeñe el profesional. “Hoy las compañías requieren contar con gente cada vez más preparada, no solo en el departamento de tecnología, sino que también en áreas comerciales, de recursos humanos y de negocio, entre otras, debido a que el concepto clave es aprendizaje continuo.
Aquellos que se adapten, no solo sobrevivirán, sino que también tendrán oportunidades para prosperar y avanzar hacia mejores opciones”, concluye. El porcentaje obtenido por Chile en este ítem lo ubica por sobre el promedio mundial, que llega a 68%; mientras que en comparación con otros países de Latinoamérica, Brasil lidera la tabla con 87%, seguido por México, con 84%, y finalmente por Argentina, con 83%.
Por último, 39% de los trabajadores chilenos cree que su trabajo va a ser automatizado de aquí a 5-10 años, 16 puntos porcentuales (pp) menos que en 2016, cuando la cifra llegó a 55%. La ejecutiva explica que esto demuestra que los profesionales en Chile se sienten más seguros que hace 3 años atrás, debido a que hoy existe más información al respecto y también han tenido la oportunidad de formarse en competencias que saben, serán esenciales.
“Así, están más preparados y confiados en su capacidad para cubrir las demandas que requerirán las empresas en un futuro cercano, cuyo valor añadido es el conocimiento. Aparte de la actualización en materia tecnológica, están conscientes de que el sello diferencial radica en la creatividad, la innovación, trabajar en red, inspirar y mover a equipos y la capacidad de resolución de conflictos, además de estar facultados para reaccionar ante cualquier tipo de problema o imprevisto y ofrecer soluciones; habilidades que se presumen mucho más complicadas de sustituir por máquinas”, asegura Natalia.
De esta forma, queda de manifiesto que el desarrollo de nuevas técnicas e instrumentos en ningún caso viene a reemplazar las funciones que realizan los trabajadores, sino que permite que el ser humano se vaya desmarcando de labores mecánicas y siga evolucionando en todo sentido. “El desafío está en ser capaz de reinventarse y conocer el valor agregado que cada persona otorga a su trabajo, más allá de las tareas mecánicas y repetitivas que realiza en el día a día”, finaliza la experta.