Los mejores empleados necesitan constantes retos de progreso y reclaman a sus empresas que les proporcionen las herramientas para evolucionar y crecer profesionalmente.
Esta es una de las claves de la retención del talento en la industria químico-farmacéutica, que ha de volcar especiales esfuerzos en capacitar, formar en idiomas y ofrecer oportunidades de movilidad internacional, un aspecto cada vez más valorado por los profesionales de alto rendimiento.
Son los perfiles más exigentes a la hora de dirigir sus carreras, posiciones que generan un extraordinario valor dentro de las empresas, como los Product Managers o los Medical Advisors, en un momento donde la base del negocio ya no radica solamente en la red comercial.
Hoy, aparecen nuevas funciones determinantes, ligadas a la representación del producto ante los líderes de opinión y prescriptores. Estos perfiles profesionales de alto rendimiento consiguen resultados superiores y tienen una gran capacidad para crecer profesionalmente, son capaces de aprender de la experiencia con gran rapidez y de aplicarla a otras áreas, desarrollando con facilidad nuevas competencias gerenciales, de negociación, de visión estratégica o de desarrollo de equipos.
Pero, al mismo tiempo, son grandes demandantes de desarrollo y su avidez los hace especialmente proclives a la movilidad laboral.
¿Crisis de talento?
En décadas pasadas, la industria químico-farmacéutica experimentó un gran crecimiento económico gracias a la ayuda de profesionales excepcionales. Pero hoy muchos analistas diagnostican una crisis de talento en esta industria, hasta el punto de que, por primera vez en su historia, se están incorporando profesionales de fuentes externas al sector, renunciando así a una larga tradición conservadora.
Aumentar la productividad empresarial es un reto determinante de cara al futuro y, por ello, la reserva de talento se ha convertido en un elemento clave para la competitividad.
Se trata de un sector con una cada vez mayor presencia de multinacionales, que durante la última década se ha embarcado en un proceso de reorganizaciones, fusiones y adquisiciones sin precedentes. Ello ha derivado en confusas estructuras matriciales que es necesario clarificar, del mismo modo que es imperativo establecer con precisión las habilidades que se requieren de los líderes.
Las reorganizaciones constantes exigen además una extraordinaria capacidad para adaptarse a ellas con rapidez. Y todo ello, sin dejar de invertir intensamente en investigación y desarrollo, como se espera de uno de los sectores más dinámicos e innovadores a nivel mundial.
La industria química y biofarmacéutica provee directa e indirectamente miles de puestos de trabajo, una gran parte de ellos de alta cualificación profesional. Pero el turbulento periodo que parece quedar atrás ha provocado un efecto claramente negativo en la productividad de I+D, la interrupción de programas de desarrollo e incluso la eliminación sistemática de centros completos de investigación.
Para frenar el problema de la decreciente productividad, algunos analistas recomiendan transferir la investigación básica a instituciones académicas, crear espacios comunes pre-competitivos e incluso implementar el “crowdsourcing”, es decir, externalizar problemas de I+D para que sea la comunidad en masa quien los resuelva.
Una de las medidas concretas adoptadas por algunas empresas farmacéuticas ha sido fragmentar el equipo de investigación en unidades reducidas y flexibles, con el fin de devolver el protagonismo y la responsabilidad sobre decisiones a los científicos. En este escenario cambiante y convulso, el desarrollo de los líderes y de los profesionales de alto rendimiento se evidencia como un factor crítico de éxito.
Desarrollar estratégicamente
Un entorno para crecer profesionalmente exige, en primer lugar, un mapa de carreras, con una visión global sobre los caminos que puede seguir el colaborador para su desarrollo individual. Al mismo tiempo, es esencial facilitar el trabajo transversal y en equipo, dando la oportunidad de participar en proyectos enriquecedores.
Los programas de desarrollo estratégico, orientados a los altos potenciales, permiten ampliar la visión global de negocio, dar a conocer y aplicar las bases de la innovación empresarial y desarrollar los estilos de liderazgo críticos para cada compañía.
Además, han de confluir la gestión por objetivos con la evaluación del desempeño y la definición de planes individuales. Todo ello, con el propósito de alinear los objetivos de la empresa con los de sus colaboradores y, para ello, los managers han de adoptar un rol estimulador del talento.
Entre los programas formativos, cada vez más empresas del sector suelen incluir el desarrollo de equipos, con acciones específicas orientadas a construir áreas de alto rendimiento.
En este sentido, el coaching de equipos cobra fuerza y va mucho más allá de anteriores herramientas, como el team building. Se trata de acompañar a las personas en el desarrollo de su rendimiento, para que el resultado del conjunto supere con creces al de la suma de las partes, mejorando la cohesión, la comunicación, la confianza y el liderazgo.
En un sector como el químico-farmacéutico, frecuentemente envuelto en cambios organizacionales, este tipo de formaciones permiten minimizar los impactos negativos y estimular una de las claves del éxito: la creatividad.