Por Rita González, CEO de Randstad Chile.
Durante el último mes hemos venido escuchando opiniones divididas respecto a si nos encontramos en el mejor momento para impulsar la reforma laboral que está promoviendo el Gobierno, considerando las bajas proyecciones del Banco Central en relación a la expansión de la economía chilena para 2015 (2,8%), y si estos cambios estructurales generarán o no más incertidumbre de la que ya existe en los círculos empresariales.
Para intentar responder este cuestionamiento, primero debemos tener claro que aparte de los indicadores económicos, también es importante tomar en cuenta las actuales condiciones sociales y culturales del país si las ideas contempladas en la reforma prosperan, apuntando a que las medidas aumenten los índices de productividad y generen más flexibilidad laboral, pero que también se complementen con políticas públicas que permitan ir disminuyendo la desigualdad y con estrategias empresariales de retención y fidelización de talentos.
De acuerdo al estudio de la OCDE que mide el grado de rigidez laboral entre sus países miembros, Chile se sitúa en el sexto puesto del ranking de países más restrictivos en relación al despido de personal con contrato regular y está por encima del promedio de las naciones que componen la Organización. Para medir este ítem, se valoran los inconvenientes procesales que encuentran los empleadores al iniciar el proceso de desvinculación, las repercusiones que genera para éstos que la decisión sea considerada injusta (como indemnización y readmisión), los plazos de preaviso y los costos por indemnización.
También es importante tener a la vista los altos índices de desempleo juvenil que registra el país. De acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, la tasa de desempleo de los jóvenes entre 15 y 24 años en Chile se eleva a 17,4%, esto es 3,7 veces superior a la tasa de los adultos de 25 años y más; cifras que podrían bajar flexibilizando el sistema e impulsado la contratación a través de servicios transitorios, la cual genera múltiples beneficios tanto para este grupo etario como para las compañías.
Basta con poner un ejemplo. En Chile las mallas curriculares de las Universidades y Centros de Formación Técnico-Profesional no están pensadas para que los jóvenes estudien y trabajen (al mismo tiempo) a través de un contrato permanente, lo que les impide desarrollar habilidades blandas, que son las que marcan la diferencia cuando un empleador decide entre un profesional y otro. A través de los empleos temporales un joven puede ganar terreno en este sentido, debido a que tiene sus primeros acercamientos con las compañías, genera sus primeras redes de contacto, aprende a relacionarse con un jefe, a organizar su tiempo, a trabajar en equipo y conoce la diferencia entre expectativa y realidad.
Por otra parte, un punto que también considero clave en una reforma laboral, es que sus principales medidas repercutan en aumentar los índices de productividad del país, ya que si miramos las cifras vemos una baja sostenida durante los últimos años, lo que preocupa si sabemos que esto tiene incidencia en el PIB de una nación. Al buscar una explicación, encontramos múltiples respuestas, sin embargo creo que los factores más relevantes tienen que ver con la escasa inversión en capacitación e innovación al interior de las compañías y a que actualmente las empresas no tienen políticas de retención de talento sólidas.
En este sentido, es necesario que los ejecutivos de Recursos Humanos, incluyendo los altos directivos, comprendan la real importancia de contar con personas calificadas, motivadas y satisfechas en sus organizaciones, puesto que es la única forma de retener a los mejores sin perder el know how y formar líderes, quienes serán los encargados de llevar a nuestras compañías al siguiente nivel, aportando así a elevar los indicadores económicos claves para el país.
Creo que el cambio no debe ir por incrementar las horas de la jornada laboral, que en Chile ya son bastantes, sino que por generar una cultura de trabajo por objetivos, implementar una evaluación de desempeño por resultados cuantitativos y cualitativos, además de aumentar la motivación y el engagement. En relación a lo anterior, últimamente en las empresas han venido trabajando estrategias de employer branding o construcción de la marca como buen empleador, lo que implica llevar a cabo una serie de políticas y procedimientos orientados a aumentar la fidelización de los trabajadores y, por defecto, elevar la rentabilidad y los índices de productividad, indicadores clave para el desarrollo y crecimiento de un país.