La población mundial está a punto de experimentar un gran cambio. Debido al envejecimiento de la población de mediana edad y a las continuas mejoras en la esperanza de vida, está previsto que el número de personas mayores aumente y supere los 530 millones registrados en 2010 hasta alcanzar los 1500 millones en 2050. Así, de acuerdo alinforme de Flexibilidad en el Trabajo 2015, elaborado por Randstad Research en colaboración con Dartmouth College, en 2050 una de cada seis personas tendrá 65 años o más, duplicando la proporción actual, mientras que en 2030 habrá 27 países "superenvejecidos"[1], grupo al que actualmente pertenecen Alemania, Italia y Japón.
Chile no es ajeno a esta realidad. De hecho, el 1 de julio entraron en vigencia las nuevas tablas de mortalidad, confeccionadas en base al aumento de las expectativas de vida promedio de los chilenos. Si en 1981 la esperanza de vida era de 78 años para los hombres y 82 para las mujeres, en 2015 estas cifras se incrementaron a 85 y 90 años respectivamente, y se prevé que América Latina y Asia sean las dos áreas que envejezcan con mayor rapidez en 2050. Sin duda, este panorama seguirá reconfigurando las relaciones laborales y generando un impacto directo en la jubilación, porque las nuevas tablas bajarán los montos de las pensiones, en promedio, un 2,1%, en el caso de los hombres, y en un 2,2% para las mujeres.
A pesar de que Chile aún está lejos de ser una sociedad ‘superenvejecida’’, se encuentra entre los países Latinoamericanos más avanzados en este camino, con 10% de chilenos con 65 años de edad o más; mientras que en Brasil llega a 8% y en México a 7%. De acuerdo a la investigación, este ritmo de envejecimiento de la población ralentizará el crecimiento anual de la economía mundial en un 0,4% durante los próximos cinco años y en un 0,9% entre 2020 y 2025; y la OCDE alertó que este fenómeno contribuiría a desacelerar el desarrollo económico anual a nivel global en un promedio del 3,6% en esta década y un 2,4% entre 2050 y 2060.
Considerando lo anterior, es importante que se tomen decisiones para lidiar con el aumento de la presión financiera ocasionada por el envejecimiento de la población, por lo que es necesario abrir un debate entre todos los actores involucrados para definir un sistema de Seguridad Social moderno para el siglo XXI, que aborde este desafío y aspectos relacionados con el aumento de la calidad de vida, oportunidades laborales y un sistema de pensiones que vaya acorde a las necesidades de la renovada tercera edad.
Asimismo, los departamentos de Recursos Humanos tendrán que estar a la vanguardia y ser protagonistas, sobre todo tomando en cuenta que las personas mayores están en condiciones de tener un espacio en el mercado del trabajo y seguir siendo productivas, no tan solo por el valor agregado y la experiencia que pueden entregar, sino también por el grado de compromiso que adquieren con la compañía es enorme. Por otro lado, hay que generar estrategias para contrarrestar los efectos económicos del envejecimiento, como por ejemplo, “elaborar reformas que mejoren la tasa de participación laboral de este rango etario y que, parte de la innovación y el progreso tecnológico, se enfoque en aumentar la productividad para reducir los efectos provocados por los rápidos cambios demográficos.
[1] Países donde el porcentaje de población mayor de 65 años representa 20% o más.