¿Te imaginas tu ciudad dentro de 20 años? Es posible que se convierta en una auténtica Smart City o, incluso, que su proceso de transformación ya se haya iniciado. Este término hace referencia a las urbes que utilizan las tecnologías de la información y las comunicaciones para ser mucho más eficientes y sostenibles. Pero, ¿cuándo una ciudad se puede considerar inteligente y cómo afecta en el empleo?
Para cumplir los requisitos de una Smart City, las ciudades necesitan generar nuevas profesiones. “Este tipo de localidades, dependientes en gran medida de la tecnología, demandarán perfiles profesionales innovadores con una formación específica. Por otro lado, deben contar con sistemas de comunicación avanzados, favorecer la participación y el acceso a la información en tiempo real, apostando por la transparencia y maximizando las posibilidades que las propias tecnologías ofrecen. De esta forma los ciudadanos tendrán todas las herramientas a su alcance para tomar decisiones y podrán hacer un uso más eficiente de su tiempo.
Asimismo, una Smart City debe contribuir a la creación de nuevas redes de comunicación y apostar por la optimización de sus servicios, contando con una red de transporte e infraestructuras adecuada, por ejemplo. Además, tiene que ser referente en eficiencia, calidad, transparencia e innovación, a través de la generación de iniciativas para reducir el gasto público y; por último, le corresponde disminuir el consumo energético y la emisión de CO2, con el objetivo de combatir los efectos del cambio climático. A nivel internacional, capitales como Tokyo, Londres o Nueva York son algunas de las ciudades que más se asemejan a este concepto. En España, se dan casos como el de Madrid, Barcelona o Málaga. Sin embargo, Santander, se sitúa a la cabeza de todas ellas con su idea de ciudad inteligente para el futuro.
El perfil profesional que demandará la ciudad inteligente
En los próximos diez años se prevé que las formas y métodos de trabajo se transformen, dando lugar a nuevas profesiones. Un cambio que vendrá impulsado por la incorporación al mercado laboral de los millennials, los jóvenes nacidos aproximadamente en las décadas de los ochenta y los noventa. Para entonces, se espera que se produzca un gran proceso migratorio desde los entornos rurales hacia estos núcleos urbanos más grandes y desarrollados, lo que implicará cambios en la estructura del mercado laboral. En este sentido, surgirán grandes desafíos para la gestión de personal y es ahí donde los departamentos de recursos humanos encontrarán un gran reto: adaptarse a la Smart People (perfiles profesionales propios de las Smart Cities); y hacer uso de las plataformas de datos abiertos para conseguir una mayor eficiencia, ahorrar costos, mejorar las prestaciones e impulsar el crecimiento económico.
Estas ciudades destacarán, en gran parte, por recurrir a la economía del conocimiento, haciendo uso de las tecnologías y la investigación para desarrollar avances en sectores como la ciencia, industria y comercio, por lo que la búsqueda de talento se centrará cada vez más en los perfiles denominados STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics), es decir, aquellos que cuentan con formación en ingenierías como Informática o de Telecomunicaciones; carreras relacionadas con ciencias de la salud como Medicina y Farmacia; o las vinculadas a la Física o las Matemáticas. El desarrollo de los perfiles STEM irá asociado también a un gran aumento de datos e información, será importante, por tanto, que existan candidatos capaces de gestionar y utilizar el Big Data.
Por último, los sectores de Energía y Educación también serán grandes creadores de puestos de trabajo en el futuro más cercano. El primero vendrá ligado a profesionales que diseñen y construyan redes de suministro inteligente con el fin de ahorrar en el consumo. El segundo, de faceta mucho más social, jugará un papel fundamental en la enseñanza, imprescindible para el desarrollo de las Smart Cities.